martes, 15 de junio de 2010

The breakup


He dedicado el último año de mi vida a un hombre, se llama David Foster Wallace. Es de esos que tienen esa cualidad adictiva. No sabes bien a qué, pero eres adicta. Tiene cuerpo, rostro, forma, intelecto, pero tu adicción resulta de lo más abstracto de su persona. Es de esos hombres que te pegan adentro por razones que desconoces o que si conoces, las ignoras por tu propio bien.

Como en todo cortejo moderno, el tipo me tuvo primero que seducir. Al principio me resistía, pero caí. Me hice adicta. Como en toda relación tormentosa, lloré. Hubo lágrimas, gritos, sonrisas, dolor. Todo de mi parte, nada correspondido. Me enamoré y desenamoré más veces de las que llevo la cuenta. Él no sabía ni que existía, sin embargo estuvo, y está.

La relación se acabó hace poco. O bueno, decir it’s over es un poco radical. Digamos que la relación mutó. En el plano de ya no somos novios, ahora somos bacile. No es lo mismo, pero es algo.

Por eso ahora, me encuentro en una etapa como de resignación a la pérdida. Él fue mi incentivo a empezar este blog, que desde ahora será mi catarsis, mi luto. Y por eso este primer post es de él, para él y por él. Más adelante les diré más, porque estas tontas líneas no le hacen ni remota justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario